lunes, 26 de noviembre de 2007

"Amazonas, Perú" por Julio-César Ibarra*

El guía Armando Chanchari Lucas.
Julio-César e Italo Antonucci.
Delfines rosados en el río Amazonas.
Antonia e Ignacio en la selva peruana.
Julio-César y Guillermo Charpentier.

ACERCA DE CÓMO NACEN LOS PUEBLOS





Terminan las vacaciones y tenemos que retornar a la rutina cotidiana. Algunos privilegiados podemos salirnos por un rato de nuestra vida común y explorar otras posibilidades de vida. Nosotros -Paulina, Antonia, Ignacio y yo- viajamos a la selva. En mi caso, había viajado antes en las alas del proyecto de dos de mis amigos de construir una casa en comunidad de San Juan, a orillas del río Yanayacu, brazo del Amazonas peruano. Sí, allí podemos encontrar “la casa de los chilenos”, un lugar en donde se puede escuchar canciones de Víctor Jara, poemas cantados y gritados por Mauricio Redolés y otros músicos reconocidamente escuchados en nuestro país.
La selva es atractiva, y como todo fenómeno hermoso tiene su delicadeza y su adversidad. Es un lugar a donde van los exploradores, los naturistas, los antropólogos, los aventureros, los que buscan oro o la fuente de la juventud, El Dorado, y se funden con los nativos, hombres y mujeres que no han abandonado su concepción mágica del universo, personas a las cuales la concepción de progreso les ha traído aflicciones desde que llegaron los de sangre blanca a vivir a estos lugares. Se produce así una mezcla alucinante, es por esto que esta tierra, que constituye uno de los departamentos más grandes del Perú, el Departamento de Loreto, conformado en gran parte por selva y monte y selva y ríos navegables, se convierte en una tierra de sueños. Iquitos, la capital del Departamento, sólo puede ser abordada por aire o por mar. Cuando uno se pregunta por qué estando ya a principios del siglo XXI aún no han construido una carretera, los de sangre blanca responden que por qué los empresarios que se adjudicaron la concesión se robaron el dinero o fueron incapaces de asumir tamaña epopeya, los otros los de sangre roja, en cambio, cuentan que cuando los trabajadores de las empresas comenzaron a talar la selva, la Chuchupi, una de las boas venenosas que se encuentran en estas tierras, una que se yergue sobre su cola para atacar de frente, que no tiene miedo al hombre, que es atraída por la luz o el fuego y que los ataca en la selva alta, mató a tantos que éstos al final renunciaron a su labor civilizadora para salvar sus vidas. Lo cierto es que no hay carretera y por mucho tiempo no habrá.
También en la selva uno puede encontrar otro tipo de tesoro, se puede encontrar a sí mismo y si esto no llega a ocurrir por lo menos puede sacar una buena fotografía tridimensional de cómo se encuentra nuestro mundo interior. La selva también hace que uno alucine mirando hacia adentro. Muchos “gringos” viajan a la selva para probar la “Ayaguasca”, sumo que se prepara cociendo una liana vulgar del mismo nombre, brebaje muy antiguo usado por los indígenas para encontrar el sentido común de todas las cosas, ellos lo bebían en grupos para que así la construcción de sentido fuera también colectiva. Los “gringos” llegan a comprar el sumo, pagan alrededor de 20 dólares para vivir la experiencia, el chamán los encierra en un cubículo y allí se queda con ellos esperando el momento en que luego de un primer éxtasis viene el bajón y aparecen los demonios, en ese momento el brujo les tiende la mano para ayudarlos a superar el trance. La mayoría sólo encuentra lo que traen de sus países y sus hogares.
En esta búsqueda de sí mismo uno también se encuentra con la sociedad. Nosotros compartimos con Armando Chanchari Lucas, su mujer Jovita y sus hijos Meyer, Diana y Candi una visión de mundo. Hace dos años cuando nos vimos por primera vez, Armando era un guía, experto caminador por la selva, entre paréntesis, uno puede confiar su vida a este hombre sin temor a ser defraudado, su trabajo hasta entonces se había centrado en ello, sin embargo, el proyecto de mis amigos –la construcción de una casa en la selva- coincide con lo mejor de sus sueños. Por estos días, Armando, debiera ser elegido el nuevo Teniente Gobernador de San Juan de Yanayacu, que así se llama la comunidad que hemos visitado. Durante dos años ha ido hilando un sueño, en el cual su familia y esta comunidad están al centro de su preocupación.
Antes tengo que decirles que hace más de dos años se instalaron dos albergues en terrenos de la comunidad, esto sólo pudo ocurrir con el consentimiento de la comunidad, que según las leyes peruanas son los legítimos dueños de las tierras que están a orillas del río. Por supuesto que la comunidad los acogió poniendo condiciones mínimas, que por lo demás habían sido ofrecidas por estos empresarios, ellas eran que los comuneros trabajarían en los albergues por un salario mínimo y que las lanchas los llevarían y traerían gratis desde y hacia Iquitos. Al correr del tiempo, los empresarios y sus administradores no han cumplido con su palabra (no les parece historia conocida), es decir hacen trabajar a la gente y rara vez les pagan los salarios pactados, y para que decir del transporte, eso ni siquiera se puede mencionar. Es decir, existe “progreso” sólo para algunos y miseria para muchos, el Teniente Gobernador actual, como hombre que aprovecha las oportunidades ha sacado provecho de la situación, como resultado de haber albergado en su casa a un alemán interesado en la botánica del lugar ha obtenido: un motor para la luz, un motor para el bote, un motor para hacer potable el agua del río y cinco albergues para alojar a los turistas. Todo esto con el apoyo económico del alemán, que siempre le dijo que esto “también” debía ir en beneficio de la comunidad. Pues en la práctica, ello no ocurre ni ocurrirá. El actual Teniente, aprendió bien la lección.
¿Cuál es el sueño de Armando, entonces?
El sueño de Armando es usar el poder con que es investido el Teniente Gobernador para crear condiciones para mejorar la vida de los comuneros: limpiar el monte y la vereda alrededor de la cual se están construyendo nuevas cabañas para proteger a los niños de las serpientes, trazar y empedrar una calle principal en la cual instalar postes para instalar los cables que llevarán la luz a las casas, potenciar el trabajo de la escuela desarrollando actividades culturales orientadas a rescatar las creencias, leyendas y cuentos que constituyen el acervo cultural de la comunidad, plantar yuca y maíz en la ribera del río para proveer de alimento a las familias. Armando y los jóvenes han construido un bote grande, el bote de la comunidad, el cual no tiene aún el motor de la comunidad. Esta tarea no es fácil, ya que las personas que viven aquí no tienen horarios de trabajo fijos, prácticamente no cuentan con dinero y los únicos lugares de trabajo son los albergues, por lo tanto tiene que ser muy fuerte el deseo de hacer de ese lugar un paraíso para que esto ocurra. Y lo importante es que él ya lo está haciendo, lo importante es que ser el nuevo TG no es más que alcanzar un legítimo premio por algo que ya se ha iniciado, es decir no se promete nada que ya no esté germinando.
¿Y cuál es la relación entre el sueño de Armando y nuestros sueños?
Mis amigos y yo vamos a la selva a encontrarnos con nosotros mismos, a tomar aire puro, a ponernos bajo otro manto de estrellas, a medir nuestra estatura con otras miradas, a reconocer que si no existiera Armando ni nosotros el mundo sería diferente, ni mejor ni peor, sólo diferente. Aquí uno puede entender que nosotros y nuestra simiente hacemos la diferencia, aquí entendemos que capitalismo y comunismo son sólo un espejismo del alma humana y que la globalización y el poder local, sólo tienen sentido si para nosotros esto tiene sentido y pese al embate comunicacional que nos dice que apenas somos una aldea global, desde la selva le podemos decir que por generaciones podemos vivir como hombres libres luchando por nuestro amor, por nuestra tribu, por nuestra concepción de un mundo amplio, diverso, sin fronteras, justo y libre.
*Poeta, fundador de http://www.ciberokupa.cl e investigador en Educación; ha publicado poemas en la Revista Cultural Andrés Bello Nº 1, El Mercurio, Santiago de Chile, 1979; cuentos en Narradores Novísimos, Editorial Cerro Huelén, Santiago, 1983; "A la sombra de la montaña", Editorial Asterion, 2011  y escrito La montaña, poema narrativo inédito que retrata la sociedad universitaria antidictatorial de la década de los ochenta.

Para aquellos que quieran viajar a la Selva Peruana, pueden escribir a Armando Chanchari Lucas: armandoselva@hotmail.com


Publicado en revista electrónica: VENENO: Número 59. Marzo de 2002

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