Machu Picchu.
Fotografía: Dorita Rodríguez
Porteadores.
Fotografía: Dorita Rodriguez
Las terrazas de Machu Pichu.
Fotografía: Dorita Rodríguez
Todo comenzó cuando mi amiga
Jimena Rojas Colvin me envió un mail invitándonos a mi mujer y a mí a pasar
algunos días en Lima. Ella me sugirió que fuéramos a Cuzco y Machu Picchu,
entregándome el antecedente de que Enrique Rovira-Beleta, el arquitecto español
que promueve el diseño universal en todo el mundo, había ido usando
“porteadores” –personas que cargan a
personas con discapacidad en silla de ruedas-.
Desde ese momento, enloquecí.
Volví a hablar con Jimena para
que me recomendara una agencia que brindara este servicio y comencé a preparar
el viaje. Coordiné los horarios con las aerolíneas, transferí dinero al Perú
para hacer la reserva del hotel y especialmente para contratar el guía y los
“porteadores”. Para mí era un viaje épico, porque si podía llegar a Machu
Picchu podría llegar a cualquier lado.
Machu Picchu fue descubierta por
el arqueólogo norteamericano Hiram Birgham, en 1902. Posteriormente, el poeta
chileno Pablo Neruda ayudó a darla a conocer universalmente a través de su
libro Canto General (1950), específicamente en el poema “Alturas de Machu
Pichu”, que dice:
“Sube a nacer conmigo
hermano,
dame la mano desde la
profunda
zona de tu dolor
diseminado.
No volverás del fondo
de las rocas.
No volverás del tiempo
subterráneo.
No volverá tu voz
endurecida.
No volverán tus ojos
taladrados.
Mírame desde el fondo
de la tierra (…)
labrador, tejedor,
pastor callado:
traed a la copa de
esta nueva vida
vuestros viejos
dolores enterrados”.
El fruto de esta labor y el
conocimiento de los antiguos incas ha desaparecido misteriosamente, dejando
vestigios como las terrazas para el cultivo en las laderas de la montaña. ¿Qué
cultivaban? ¿Cómo regaban las terrazas? Los peruanos de hoy han intentado
continuar con el cultivo en las terrazas, pero sin resultados positivos.
Otra cosa que llama la atención
es la formación de los guías, que tienen profesiones como profesor de historia,
ingeniero informático o arquitecto. Algunos hablan varios idiomas, entre ellos
japonés, italiano, francés y, por supuesto, inglés. Su físico y su apariencia
no distan mucho de un peruano típico.
Así que uno llega a la “ciudad en
la montaña”, con estas voces resonando en el alma. Pero, ¿qué encontramos allí?
A los nuevos peruanos tratando de entender la ciencia y la técnica de los
antiguos, intentando una nueva agricultura, tres mil tipos de papas, una
variedad de hortalizas, mucho maíz… Cuzco se ha convertido en el laboratorio y
el granero de esa zona de Perú. Sin duda la arquitectura y el diseño
arquitectónico es lo que más llama la atención, transfieren esos conocimientos
a la construcción de casas, en donde la madera no tiene clavos sino que yace
ensamblada con otros maderos para sostener la estructura.
Llama la atención, en Machu Picchu, la distribución y la calidad de los edificios. Mientras más arriba de la ciudad, más delicadas son las piedras de las construcciones; por ejemplo, el observatorio del sol, a cargo de sacerdotes. Las casas que están más abajo, sin embargo, se revisten de piedras más toscas. Todo ello hace ver una sociedad de castas, en donde los de abajo se dedicaban a las labores manuales y los de arriba se dedicaban a labores intelectuales.
Machu Pichu está ahí como una
ciudad indómita, no está contaminada por el capitalismo de nuestras sociedades.
Probablemente sobreviva a miles de generaciones, como sobrevivió a los incas
que la construyeron.
Ahora me detengo. En una
explanada de piedras, tomo un respiro, en mi silla de ruedas, con mi cuerpo
inmóvil, junto a mis porteadores y
guías, pienso y siento, que es aquí y ahora en donde quiero estar. Por un
momento, que no olvidaré, me siento en armonía con el universo.
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